
MOVIENDO LÍQUIDOS, REGENERANDO VIDA.
¿Cuántas veces hemos oído o leído que los seres humanos somos entre un 65 y un 75% agua? Y pensándolo con calma… ¿Entendemos qué significa esto exactamente?
Quizás aún mantengamos el extendido concepto de que todas las células de nuestros órganos se encuentran apiladas unas junto a otras formando una especie de muro de ladrillos impenetrable, de modo que puedan conformar fuertes y estables tejidos. Pero nada está más lejos de la realidad. Y la realidad es que cada uno de nosotros somos un auténtico océano en el que el resto de componentes está literalmente inmerso en líquido. Todas nuestras células, las que integran cada uno de los tejidos que nos conforman, se encuentran en un medio acuoso llamado, en algunos casos, líquido intersticial o intercelular. Este medio es de donde toman las células el alimento que se distribuye a través de la sangre, pero también es el medio en el que ellas depositan los elementos de desecho que el organismo posteriormente eliminará a través del sistema circulatorio sanguíneo o linfático.
Este concepto nos hace más fácil entender el funcionamiento del sistema linfático, su importancia y la necesidad de estimularlo para desintoxicar nuestro organismo. Al contrario de lo que ocurre con el sistema circulatorio sanguíneo, el linfático no posee una bomba, como el corazón, que impulse con regularidad el líquido que mueve, aunque los riñones lo gestionan de forma muy eficaz. Son las pequeñas válvulas distribuidas por los vasos linfáticos, el movimiento de los músculos que rodean a los vasos y la fuerza de la gravedad, los que consiguen que la linfa se desplace por nuestro organismo portando grandes moléculas de desecho. Porque eso es lo que hace la linfa entre otras cosas, transportar todos aquellos desechos o elementos voluminosos o pesados que el organismo no necesita y que entorpecerían, obstaculizarían o retrasarían la circulación venosa.
En su recorrido desde el líquido intersticial, estas moléculas pasan por diferentes estaciones de procesado, en las que van degradándose y simplificándose, llamadas ganglios. De esta manera van convirtiéndose en algo que el torrente sanguíneo sí que puede transportar. Finalizada esta lenta transformación, las venas se encargan de continuar con el viaje de estas moléculas hasta finalizar en el tejido de algún órgano excretor.
La interrupción o el mal funcionamiento de este proceso se traduciría en un aumento de toxinas en el organismo, la consecuente acidificación del medio acuoso que conforma casi las tres cuartas partes de nuestro ser y la creación de una base perfecta para la prematura oxidación celular y la proliferación de enfermedades de todo tipo. Desde simples resfriados hasta cáncer.
Son muchas más las funciones que cumple el sistema linfático, pero todas se benefician y equilibran con nuestros hábitos saludables. El ejercicio físico, correctos hábitos de respiración, una dieta equilibrada basada en alimentos que no produzcan en su digestión una gran cantidad de desechos, además de una frecuente estimulación del sistema linfático a través de terapias manuales como el drenaje linfático manual, contribuyen en gran medida al mantenimiento de un medio acuoso saludable interno que se reflejará en tu imagen externa.
¡¡¡Y no olvidemos beber en torno a 2 litros de agua al día para reponer el gasto!!!