
DULCES CRISTALES DE DOBLE FILO
Casi transparentes, blancos relucientes, beige, ámbar, dorados, amarronados, color caramelo, marrón oscuros…Los dulces cristales del azúcar nos seducen de un modo incontrolable en cualquiera de sus formas o incluso sin verlos…
No necesitamos tener delante esta materia prima culinaria para que despierte nuestro apetito y consiga centrar nuestra atención en alcanzar el objetivo que lo contenga. Nos es suficiente con que nuestra mente asocie olores o imágenes de dulces, helados, galletas, panes, refrescos, frutas, pasteles, lácteos, pastas, etc para despertar en nosotros esa sensación de atracción y necesidad de búsqueda. Pero qué decir ya de cuando experimentamos las reacciones que desata su consumo en nuestro organismo, como el despertar del placer.
Disfrutar de los placeres que nos proporcionan los alimentos es un derecho que todos debemos ejercer a diario y que está al alcance de todos. Y cuando escribo “todos” me refiero cualquier persona con independencia de su estado de salud o de su poder adquisitivo. Pero al igual que gozamos de este derecho, debemos asumir el deber de hacerlo con conocimiento, conciencia y moderación ya que las consecuencias de un consumo irresponsable de determinados productos provoca serios desequilibrios que agravan o potencian el desarrollo de enfermedades. Los glúcidos adoptan muchas formas, no sólo la de los azúcares, edulcorantes y productos dulces. ¡También están en los productos salados y ágrios!
Tan sólo entre los derivados de la caña de azúcar podemos encontrar una interesante variedad de productos endulzantes con distintas texturas, consistencias, colores, composiciones y sabores. Desde el puro jugo de caña, hasta el azúcar más refinado y fino que exista en el mercado. Partiendo de la base de que ningún azúcar es “crudo” ya que todos se obtienen como consecuencia de la cocción y el procesamiento del jugo de la caña de azúcar, hoy en día, según su grado de procesado y refinamiento, podemos encontrar varios tipos de azúcar de caña, pero ninguna con algún otro nutriente, presente en cantidades nutricionalmente relevantes, a parte de la glucosa.
- Azúcar refinada, extrablanca o azúcar de mesa. Refinada y blanqueada químicamente.
- Azúcar blanca. Refinada y blanqueada químicamente.
- Azúcar rubia. Refinada y mezclada con colorantes o melaza.
- Azúcar morena. Mayoritariamente refinada con melaza añadida. En raras ocasiones se vende sin refinar.
- Azúcar mascabado. Sin refinar, blanquear, clarificar o centrifugar.
- Azúcar húmeda. Panela, papelón, rapa dulce, rapadura, piloncillo. Residuos prensados del jugo de caña hervido.
Es importante tener en cuenta, que nuestro organismo utiliza moléculas de glucosa para proveerse de energía y que esta glucosa no sólo la obtiene de alimentos ricos en glúcidos como el propio azúcar, los lácteos o los cereales y sus derivados. Alimentos frescos como las legumbres, frutas, verduras, frutos secos e incluso la carne y el pescado, nos aportan distintas cantidades de glúcidos que nuestro organismo utiliza a modo de combustible. Además, nuestro propio cuerpo está programado para sintetizar glucosa a partir de elementos no glúcidos, por lo que la supresión del azúcar y de alimentos con un contenido muy alto en glúcidos de nuestra dieta, más que una tragedia, se traduciría en una notable mejoría de nuestra salud y bienestar. ¿No te convence? Sólo pruébalo y experimenta los beneficios en tu propio organismo… ¡Te gustará!